Aprendí a no correr cuando algo me incomoda
Durante mucho tiempo, mi respuesta automática al malestar fue la huida.
Cuando algo me incomodaba, cuando una conversación me removía por dentro, cuando una emoción me pesaba más de la cuenta, mi impulso era salir corriendo.
Cerrar la puerta. Cambiar de tema. Hacer como si nada.
Y por fuera podía parecer que tenía el control, que sabía manejarlo. Pero por dentro, no estaba entendiendo lo más importante: entender qué me estaba mostrando esa incomodidad.
La incomodidad como maestra
Con el tiempo entendí algo que me cambió por dentro: la incomodidad no viene a destruirnos, viene a enseñarnos.
No todo lo que nos duele es malo. A veces, lo que nos incomoda es lo que nos está mostrando justo lo que necesitamos ver:
- Esa relación que nos confronta porque refleja nuestras heridas no sanadas.
- Esa crítica que duele porque toca un punto donde no hay seguridad.
- Esa emoción que evitamos porque nos enfrenta con una parte de nosotros que no queremos aceptar.
Y no es fácil. Porque quedarse frente a lo que duele requiere coraje.
Pero si cada vez que algo incomoda nos alejamos, lo bloqueamos o lo disfrazamos de indiferencia, nunca llegamos al otro lado del aprendizaje.
¿Y si me quedo un poco más?
No se trata de forzarse. No se trata de romantizar el dolor. Pero sí de preguntarnos con honestidad:
¿Estoy huyendo de esto porque no es para mí, o porque me incomoda y no quiero verlo?
Hay una diferencia muy grande entre poner un límite sano y escapar de algo que nos está mostrando una verdad incómoda.
Y lo más difícil es que muchas veces la incomodidad no viene gritando. Viene en forma de ansiedad suave, de evitación sutil, de “ya lo pensaré después”.
Pero cuando decides quedarte un poco más —sentado con eso que no entiendes, respirando en medio del nudo, observando lo que sientes sin juicio—, algo cambia.
No de golpe. No con fuegos artificiales. Pero cambia.
Empiezas a escucharte.
Empiezas a entender de dónde viene lo que sientes.
Y muchas veces, eso basta para dejar de pelear contigo mismo.
El verdadero poder está en quedarte
Quedarte no significa quedarte en lo que te hace daño.
Significa quedarte presente contigo. Con lo que sientes. Con lo que emerge cuando bajas el ruido.
Es fácil irse.
Es fácil distraerse, ocupar la mente, buscar la próxima meta, el siguiente proyecto, el nuevo vínculo.
Pero quedarse, aunque sea por un momento, es lo que te permite escuchar lo que tu cuerpo, tu mente o tu alma te están queriendo decir.
Y cuando escuchas, te haces cargo.
Y cuando te haces cargo, sanas.
La próxima vez que algo te incomode…
No huyas tan rápido.
Hazte esta pregunta:
¿Qué me está queriendo mostrar esto?
Tal vez sea una parte tuya que pide atención.
Tal vez sea una herida que necesita aire para sanar.
Tal vez sea una creencia que ya no te sirve.
Lo que sea, no viene a destruirte. Viene a abrirte los ojos
Con amor, Jose.